Última actualización: enero 8th, 2023 - 10:27 am
Son tantas las especulaciones que se han hecho en torno a la existencia de un túnel que parte del subsuelo de la Iglesia y finaliza en la Loma del Calvario, dando lugar que a través de los años se hayan formado algunas leyendas que no coinciden del todo en la narración; pues mientras que en algunas se dice que quienes construyeron el misterioso túnel fueron asesinados y sepultados en el interior del mismo a fin de no revelar su existencia; en otras se cuenta, yendo más lejos, que en las paredes de la caverna son sepultados los Sacerdotes que han muerto aquí y que su féretro es conducido al cementerio solo con algunas prendas del occiso.
De todas ellas, hemos elegido la que nos parece menos macabra y que más se ajusta a la realidad, pues ya hemos dicho que historia y leyenda siempre van de la mano, porque las dos se sirven de una y otra para hacer llegar a las generaciones los relatos fabulosos no registrados en las páginas de la historia; y los hechos reales que siendo históricos, se convierten en leyenda por voluntad del pueblo.
Así pues, hemos de empezar esta interesante la narración situándonos en el año 1763. Fue precisamente en este año cuando fueron comenzadas las profundas excavaciones para la gran cimentación que habría de sostener al regio edificio construido en varias etapas que concluyeron en 1889.
Los primeros responsables en la fabricación de la Iglesia fueron el mayordomo Don Miguel de la Garza, y el Cura Juez Eclesiástico, Don Cipriano García Dávila; mismos que acordaron hacer un túnel semejante a los que existen en las grandes Catedrales a fin de que la Iglesia tuviese una salida secreta en las afueras de la población. Estos trabajos se iniciaron a la par de las excavaciones para la cimentación donde fue utilizada la tierra y piedras que se sacaron de la cavidad.
El túnel fue hecho en dirección oriente y 250 metros dobló al norte; la idea era hacerlo pasar el río y llegar hasta donde dos años antes había estado ubicada|| la población. Pero las corrientes subterráneas los hicieron temer y desistir de tal propósito, optando por concluirlo en un terreno que habría de ser solicitado en merced por Don Miguel de la Garza para que el resto de la población no se enterase donde estaría el final de la galería subterránea.
La salida, según se supo en los años cincuentas, estuvo muy bien oculta en una de las habitaciones de un caserón que se localizaba en la esquina que hacen ahora las calles de Zaragoza y Josefa Ortiz de Dominguez.
Quienes en ese tiempo tuvieron acceso al túnel, pudieron observar antiquísimos arcos de sillar a una profundidad que reafirmo la existencia misteriosa del subterráneo de la Iglesia, donde el primer Cura Párroco sepultado fue mismo Don Cipriano García Dávila.
Afirma la leyenda que una vez llegó al pueblo un Cura llamado Antonio de la Paz, a quien su antecesor no le había revelado la existencia del túnel. Una noche, encontrándose en la Sacristía entregado a la lectura, llamó su atención un bicho rastrero que se ocultó bajo un pesado mueble y al moverlo para acabar con lo que no era otra cosa que un alacrán, descubrió una loza que formaba parte del piso pero desprendible, ya que tenía asas para hacerlo.
La curiosidad de este Párroco por saber que habla bajo la pesada piedra lo hizo levantarla, encontrando una escalera de cantera; tomó una de las lámparas de aceite y descendió por aquella oquedad cuyo Interior lo dejo deslumbrado, pues el principio del túnel parecía una habitación bellamente decorada y amueblada, destacaba la presencia de dos enormes cofres donde posiblemente se guardase el tesoro de la Iglesia por lo que no quiso abrirlos, arcabuses, corazas y Vestuarios del siglo XVIII complementaban el hallazgo que hiciera.
Se introdujo más hacia el interior a fin de seguir la ruta que marcaba el socavón, alcanzó a llegar hasta donde esta doblaba a la izquierda, encontrando a su paso toda clase de objetos identificables con el siglo ya mencionado. No le fue posible seguir adelante porque una enorme reja que cubría todo el ancho y todo el alto de la cavidad con una puerta firmemente cerrada con cadenas, se lo impidieron.
Al regreso, el aceite de la lámpara se agotó antes de llegar a donde habla empezado la tenebrosa incursión subterránea. Estaba muy lejos de sentir temor, pues se sentía protegido por la Divina Providencia, pero al fin humano, de la terrible oscuridad que lo envolvía, sus ojos fueron formando figuras fantasmales que le cerraban el paso. Su fortaleza mental lo abandonó para contribuir a lucubrar aquellas espantosas escenas que estaban muy lejos de ser reales y que solo se alejaban con el poder de la oración. Así fue como pudo llegar hasta la entrada que cerró con la misma piedra, colocando el mueble encima, tal y como estaba al momento de que la descubriera.
A nadie dio cuenta de este secreto que solo dejó escrito en su memorial encontrado muchos años después de su muerte, en los archivos de la Catedral de Guadalajara.
Otras leyendas afirman que no existe tal túnel, que solo se trata de un sótano de grandes dimensiones que cubre la parte oriente de la Iglesia. Sea lo que fuere, túnel o sótano, sirvió de mucho a los Curas para salir de una situación apurada tal y como sucedió en los años veintes de este siglo.