Esta leyenda pertenece al libro Nueva Visión Histórica de Cadereyta, una reliquia del municipio.
Veinticinco años de matrimonio festejaba la feliz pareja. El tiempo acrecentaba su dicha al lado de su hija menor, pues los tres mayores ya se habían casado.
El hombre le propuso a su mujer invertir sus ahorros en un terreno localizado en la esquina de General Treviño y Dr. Joaquin Valle Ramirez, para construirle la casa que ella merecía, a lo cual aceptó con gusto
Pasaron algunos años para ver el sueño hecho realidad; poco a poco, con gran esfuerzo levantaron en aquel terreno una hermosa casa en la que esperaban compartir sus últimos días.
No se sabe por qué, pero su suerte cambió desde el día que se instalaron en la morada. Los tiempos felices se esfumaron y comenzaron los enfrentamientos y las discordias de la noche a la mañana hasta concluir en el inminente divorcio.
Después de la separación, ella permaneció en la casa, mientras que él se mudó con uno de sus hijos. Al poco tiempo el hombre recibió una invitación de matrimonio de su sobrino, el cual se efectuaría en una ciudad del vecino país del norte.
Acudió gustoso a la ceremonia donde disfrutó de la compañía de sus familiares y de la agradable música. Avanzada la noche, la muerte lo sorprendió arrancándole el último latido de su corazón. La esposa, que no podía ya vivir en ese sitio, decidió rentar la casa que tanto dolor le había causado y se marchó a otra población.
Los nuevos moradores comenzaron también con pleitos y discusiones terribles que todo el barrio escuchaba. En menos de un mes se debilitó el matrimonio, sólo que éstos no alcanzaron a separarse, pues un violento e inesperado acontecimiento propició que desalojaran el lugar el día que se cumplía un año de la construcción, inesperadamente se derrumbó por completo el techo, afortunadamente sin consecuencias graves para los inquilinos.
Se mandó colocar de nuevo toda la placa, se instalaron nuevos renteros: pero volvieron los problemas y los accidentes se incrementaron con cuantos la habitaban.
La viuda, viendo que los renteros no permanecían por mucho tiempo, temerosa de regresar a la vivienda, decidió venderla, pero nadie quería comprar una casa que llamaba a las desgracias.
No hubo más remedio que rematarla por debajo de los costos. Los flamantes dueños, seguros de haber realizado una magnífica compra comenzaron a arreglarla con muchas ilusiones, pensando que lo que se decía era producto de la imaginación de las personas.
Al poco tiempo se salieron de afirmando que la casa estaba embrujada; esto lo creían debido a que constantemente aparecían manchas de formando siluetas de personas en las paredes de la planta baja. Pintaban una y otra vez para desaparecerlas, pero las marcas resurgían.
Actualmente, la vivienda está deshabitada; sus propietarios no viven en ella, cuando se llega a rentar, sus ocupantes se quedan por poco tiempo. Movidos por la curiosidad, jóvenes y niños entran para verificar lo que se rumora, pero inmediatamente salen despavoridos de miedo afirmando que cuanto se dice es cierto.
¿Tú crees en casas embrujadas?